Opinión

Intervenir...para estafar

Donald Trump, a la sazón presidente electo de los Estados Unidos, lanzó su propia criptomoneda bautizada -cómo no- con su propio nombre ($TRUMP), durante los primeros minutos del pasado 18 de enero y en pocas horas, llegó a una capitalización cercana a los seis mil millones de dólares, luego… colapsó.

Extasiado por ese ejemplo, del otro lado del mundo y un mes después, el presidente argentino Javier Milei (este ya en el poder y con plenas responsabilidades de Estado) decidió hacer lo mismo el viernes 14 de febrero a las cinco de la tarde con un minuto.

Como acostumbra, desde su cuenta de “X” con bombo y platillo anunció a sus más de 3.8 millones de seguidores: “¡La Argentina Liberal crece! Este proyecto privado se dedicará a incentivar el crecimiento de la economía argentina, fondeando pequeñas empresas y emprendimientos argentinos. El mundo quiere invertir en Argentina. $LIBRA”.

Una “criptomoneda patriótica ”se anunció desde otras cuentas.

No solo eso, como apunta la periodista Marta Peirano de El País, bajo el texto posteado por Milei se subrayaba un vínculo al dominio “vivalalibertadproject”, asociación nada casual y nada inocente con el lema que ha acompañado al hoy presidente durante toda su campaña. Ya saben: “¡Viva la libertad, carajo!”

La LIBRA se agregaba a una economía y una sociedad que -a punta de devaluaciones, inflación y shocks- se ha vuelto relativamente diestra en usar criptomonedas, esa forma de dinero puramente digital que es posible enviar a cualquier parte del mundo en cuestión de segundos sin necesidad de intermediarios como un banco. Es uno de sus encantos. A cambio: no hay nadie que respalde su valor, nadie responde por ella. El riesgo es alto.

Lo que sucedió horas después del posteo de Milei fue… lo más probable, es decir, un tropel de compradores o inversionistas incautos (pero animados por el presidente) iban adquiriendo la criptomoneda a un valor rápidamente en ascenso durante las primeras horas y lo adquirían en dólares; sin embargo unos pocos inversores que concentraban más del 80 por ciento del dinero real que había sido apostado a favor de las libras, se retiraron jocosamente haciendo que la cripto se depreciara a casi cero. Y este pequeño episodio de economía de casino duró apenas seis horas: un típico e instantáneo “infla y vende” en el argot financiero.

Cuando el movimiento especulativo (la estafa si hablamos con propiedad) quedó exhibida, Milei puso pies en polvorosa, retiró de X su mensaje promocional y a cambio -sin siquiera ofrecer disculpas- posteó un confuso mensaje que decía “Hace unas horas publiqué un tweet, como tantas otras infinitas veces, apoyando un supuesto emprendimiento privado del que obviamente no tengo vinculación alguna…

“No estaba interiorizado de los pormenores del proyecto y luego de haberme interiorizado decidí no seguir dándole difusión (por eso he borrado el tweet)…

“A las ratas inmundas de la casta política que quieren aprovechar esta situación para hacer daño les quiero decir que todos los días confirman lo rastreros que son los políticos, y aumentan nuestra convicción de sacarlos a patadas en el culo. VLLC!”.

Ayer, el New York Times recogía el asunto: el presidente “ha provocado una tormenta política al promover una criptomoneda desconocida cuyo valor se disparó después de su respaldo y luego se desplomó rápidamente”. Es decir: el presidente puede estar involucrada en un fraude, en una ciberestafa a gran escala. La pregunta sobrevuela: ¿el es parte del atraco o él mismo fue embaucado?

La cosa tiene todos los componentes de bananero seguidismo. El mismo diario norteamericano se burla de la recurrente imitación que Milei profesa a “papá Trump”: ordenó el retiro de Argentina de la Organización Mundial de la Salud a principios de este mes y prepara a la diplomacia de su nación para desertar de los acuerdos climáticos de París. Ahora se inspiró en su mentor para promover una patriótica criptomoneda.

Más allá de los significados y parangones políticos, el hecho es que miles de personas -miles de seguidores fervientes de Milei- confiaron en su presidente y líder, y por esa fé perdieron millones de dólares en total, mientras que un puñado que contaba con información privilegiada, se engulló unos 70 ó 100 millones en menos de medio día, como reporta La Nación.

Todo es confuso: tanto el dominio como la web se parecen haber sido creados pocas horas antes del post de Milei. Segundo, era imposible verificar la procedencia del dominio. La información administrativa estaba sujeta a restricciones inexplicables y nunca se publicaron los datos esenciales con los que se supone, deben abrir y operar las criptomonedas (por ejemplo, cuantas unidades serán puestas a disposición del público). Con todo y eso, Milei la recomendó al público y ese es el punto.

Hay más elementos que enredan al mandatario en una trama tan rocambolesca como fraudulenta: conoce a los dueños fundadores de la empresa KIP Network Inc y de Kelsier Ventures (soportes y desarrolladores del sitio cripto). Está última incluso exhibió, en enero de este año: “Estamos orgullosos de asesorar a @JMilei en la ejecución de este objetivo en Argentina y seguir cambiando el mundo para mejor”. En pocas palabras: el presidente argentino conoce y se ha reunido en los últimos meses con los responsables de las dos empresas directamente vinculadas al experimento especulativo.

En resumen: el apóstol tercermundista del libre mercado, responsable de los asuntos del Estado argentino -con toda su influencia- interviene (sí interviene, maldita palabra dicen los liberistas) en las expectativas públicas, en los mercados, favoreciendo a la estafa masiva de sus propios seguidores, ciudadanos y votantes.

Una ironía que se cuenta sola y que esta a la vista de quien quiera verla: según la ultraderecha, no debes intervenir para corregir, para invertir, para redistribuir. Intervengan, eso sí, para especular y para estafar.

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