
A veces me despierto durante la noche a revisar las noticias en mi celular, exploro mis diarios favoritos, primero el New York Times y luego el Washington Post, para luego, aunque sea, ver las noticias internacionales y las nacionales en la prensa mexicana. Antes, en otra vida, leía poemas. Eran momentos extraños pero siempre propicios. Volvía a conciliar el sueño. Desde la primera presidencia de Donald Trump y a partir del advenimiento de la cuarta transformación en México las noticias me dominan. No es una pasión sino plenamente una perturbación anímica que abarca a otros personajes como Vladimir Putin, el envenenador de sus opositores. Me preocupo por Ucrania y su presidente Vlodomir Zelensky, me duelen los brutales actos de Hamas del 7 de octubre de 2023 y no confío en Netanyahu. Por supuesto existen muchos otros conflictos para despertarse en la madrugada, pero estos son los que me dominan. En estos últimos días, no puedo dejar de pensar en el centro de exterminio descubierto en Jalisco, en el municipio de Teuchitlán, como brutal recordatorio de Auschwitz, aunque el fiscal general de la República de México, Alejandro Gertz Manero, haya puesto en duda que se operaran los hornos crematorios clandestinos que allí se descubrieron. De repente la historia da unos extraños giros, y en pleno espacio jaliciense se encuentra este lugar oprobioso, cuando los campos de concentración como Treblinka en Polonia aún son una herida abierta, pero martirios del pasado al fin y eso no podría volver a darse nunca más, aunque resulta que sí y sucede ahora en México. ¿Qué esta pasando en este país? ¿Nos dominan realmente los narcos, hemos perdido ante ellos? ¿Por qué y cuándo surgieron esos grupos de desalmados? ¿De qué forma abordarán los derechos humanos los asesinatos perpetuados por los narcotraficantes, que también usan a las personas como mercancía y las secuestran para luego desaparecerlas? Los desaparecidos o ausentes aumentan en número cada día. México es ya como Comala, un país habitados por huesos y por fantasmas.
Más que nunca se necesita en México normas que protejan la dignidad de todas las personas, sin distinción alguna. Pero vivimos en territorio minado y además tenemos una Comisión Nacional de Derechos Humanos bajo la presidencia de Rosario Piedra Ibarra, quien fue impuesta por segunda vez por el Obradorato y que siempre ha estado para defender al régimen y no a los mexicanos, asunto de todos sabido. ¿Auxilia la CNDH a los familiares de los desaparecidos? No parece.
Ante el horror de un campo de exterminio y de reclutamiento parece que en México hay estupor generalizado. El fiscal general, el citado Alejandro Gertz Manero, dijo que el crematorio clandestino es un tema “muy grave; no es creíble que las autoridades no supieran”. El hallazgo fue hecho por grupos de ciudadanos. “En los alrededores comentó el fiscal, “había habido una serie de operaciones, era un tema francamente conocido, entonces tenemos que dar un informe preciso de cuáles son los antecedentes, quiénes son los que estaban protegiendo esa área, quiénes son los propietarios y usuarios de esos inmuebles.”
No son propiamente inmuebles, hay poco construido. En este sitio, el rancho Izaguirre, no se puede haber operado sin la complicidad de algunas autoridades. El pasado gobernador, Enrique Alfaro, y el que hoy preside Jalisco, Jesús Pablo Lemus, ambos de Movimiento Ciudadano, no se encontraban enterados. Pero tampoco la Fiscalía General de la República, ni el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) ni la Guardia Nacional sabía del campo de exterminio.
Presuntamente, criminales vinculados al Cartel de Jalisco Nueva Generación CJNG hicieron uso del rancho para adiestramiento criminal y exterminio. En el lugar se encontraron hornos crematorios, droga, y objetos personales como ropa, mochilas y libros y, desde luego, osamentas, huesos de humanos. Hay una carta de uno que le escribe a la amada. El Colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco destapó lo que sucedía en este predio de 100 hectáreas. Hay algunos reportes hechos por jóvenes reclutados que lograron fugarse. Muchos de los enganchados eran llevados allí con artimañas, con ofrecimientos de empleos. La Revista Proceso, en entrevista con Indira Navarro, del Colectivo de Guerreros Buscadores de Jalisco, logró hablar con una víctima de reclutamiento, que describió los duros entrenamientos. A quien no podía con ellos, lo mataban.
Lo de este campo de exterminio ha sido cubierto por varias publicaciones, pero nunca es suficiente. Necesitamos contarlo una y otra vez. A 59 kilómetros de Guadalajara se halla el predio de la atrocidad, donde surgieron como pruebas de la existencia de los reclutados o de los que asesinaban : ropa de hombres y de mujeres, llaves, medicinas, una biblia, un altar con figuras de la Santa Muerte. Las organizaciones criminales se valen de la pobreza, de la falta de oportunidades para llevarse a jóvenes a los que les ofrecen salarios apetitosos. Poco sabemos de esos muchachos y de esas muchachas. ¿Qué piensan los que entraron al mundo de la criminalidad, qué decían aquellos que no eran fuertes y los asesinaron casi de inmediato?
A mí me cuesta creer que ochenta años después de la liberación de Auschwitz, el mayor campo de exterminio de la historia, surgiera cerca de Guadalajara, un campo de exterminio y reclutamiento. ¿Cuántos más habrá en México?