Opinión

El corrido “tumbado”; la política, turbada

Imagen de "El Mencho" proyectada en un concierto

No conozco caso en la historia reciente de un género musical (si el “tumbado” o el corrido mismo pudieran considerarse música) convertido en enemigo de una revolución triunfante. Ni siquiera cuando estaba mal visto bailar polkas y por esa expresión rítmico-zapateada se llamaba “polko” al proyanqui en la década de los cuarenta del siglo antepasado.

Hoy la “Revolución de las conciencias”, con su cargamento axiológico del “Humanismo mexicano”, se escandaliza por los “narcocorridos” (tumbados o no). Y es notable, durante años las izquierdas folclorizadas, tan devotas de las expresiones de la simplísima “cultura popular” de música monocorde y baile reiterativo (en contraposición con el elitismo sinfónico o coreográfico de otras manifestaciones), se horroriza por los corridos en cuya letra infame (por calidad y temática) se exalta a los violentos criminales.

Pero la verdad todo este escándalo no se produjo ni por las letras ni por la mala música sino por las imágenes.

Todo comenzó cuando en Jalisco, cerca del descubrimiento del Rancho Izaguirre, “Los alegres del Barranco” le rendían homenaje público. Proyectaron fotografías del señor “Mencho”. Hasta Trump reaccionó y los gabachos les quitaron la visa a los rascatripas.

Pero la “Revolución de las conciencias”, tan hostil a la violencia, ya la había suprimido de las corridas de toros y después convocó a combatirla con el fomento del más violento de los deportes: el boxeo.

A fin de cuentas quienes por años dedicaron estudios sociológicos al corrido y lo consideraban una de nuestras grandes aportaciones (hubo quien lo propuso como patrimonio intangible de la humanidad), ahora se estrellan contra el género y no contra los motivos de tales cantos ni contra el público devoto de esas expresiones, como ocurrió en Texcoco.

Para entender el miedo burocrático, leamos a los sociólogos:

--“La relación entre la función informativa y formadora de opinión pública del corrido se entrelaza en el uso de éstos como un medio para hacer propaganda de líderes. Estas manifestaciones son más constantes y evidentes en el periodo revolucionario, debido a la pluralidad de facciones que surgieron en función de múltiples rivalidades y que servían para enaltecer o desprestigiar a ciertos caudillos.

En el corrido de Don Venustiano Carranza se lee lo siguiente:

Don Venustiano Carranza

tiene palabra de rey,

que ha tomado muchas plazas

y también a Monterrey.

Don Venustiano Carranza

reclama ser presidente

y por eso cada día

se le recarga más gente

(Mendoza, 1974: 37)”.

“Las pretensiones de tomar la jefatura del gobierno por parte de Carranza se hacen patentes en esta letra, ya que se establecen algunos elementos que intentan hacer propaganda al caudillo…”,

“…De alguna forma, el corrido al evidenciar posturas y preferencias busca ganar adeptos o partidarios en función de aspectos carismáticos o éxitos del personaje.

“Por otro lado, el corrido también servía para reproducir un sistema de valores, en la medida en la que se volvía en un referente moral de la opinión pública…”

Y en cuanto al origen nacionalista y orgulloso del viejo corrido, leamos a Mario Colín quien “reformuló los planteamientos de la tesis indigenista, para indicar que ni es una copia del romance español ni una variante, pero tampoco es de carácter indígena, ya que no son ellos quienes los reproducen, sino, más bien, es la población mestiza la que hace uso de estos elementos.

“Por lo tanto, “es la voz del mestizo […], del pueblo nuevo que surge de la conjugación biológica y cultural que se operó entre el indio y el español” (Colín, 1972:XI)… es un producto auténticamente mestizo, [pues] hace su aparición en el momento en el que el pueblo que lo crea lucha por su independencia y lo necesita como instrumento de expresión y combate” (Giménez, 1990: 20)”.

Como se ve en las sociedades predigitales y aun antes de la TV, los corridos podían crear devociones.

Hoy, ya no.

El gobierno prohíbe y después censura su propia prohibición. Vamos del corrido tumbado al funcionario turbado.

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