
Justo hoy inicia la conmemoración anual del Triduo Pascual; esto es, los tres días-símbolo más fuertes de la fe católica: la pasión, muerte y resurrección de Jesús-Cristo. Daré por ello una pequeñísima tregua a los demenciales actos de que han sido objeto los animales no humanos en el transcurso de la semana que pasó para reencontrarnos en estas páginas, gracias, y para a mi vez tratar de recomponer mi alma, aunque la historia al final del texto sea ficticia
Es una realidad que particularmente a los perros no les va nada bien en la Biblia ni tampoco en el Nuevo Testamento. La interpretación que se hace de ellos o más bien el uso de su referencia tal cual hoy los denominamos o incluso su comparación con la maldad, simplemente no concuerdan con lo que ahora esos animales nos significan a la humanidad y que en notoria mayoría admiramos por su nobleza y agradecimiento, por citar en principio sólo dos cualidades de las varias que los distinguen. Un querido amigo platica y sostiene a cada que puede, que estando Dios diseñando el don del agradecimiento, cuando ya lo tuvo bien proyectado lo probó en los perros pero que algo pequeño falló de manera que se quedó trabado en ellos, dado lo cual, mientras en esas criaturas es característica que, todo indica, portan en su ADN e inclusive por epigenética, en los seres humanos hay que trabajarla a diario y aún así no siempre nos sale bien, pero, regresándome al tema-origen…
Corre el mito, seguramente para satisfacernos a quienes somos perreros de hueso colorado, de que Jesús, ya niño, tuvo un perrito de compañía (regalado por un amiguito) al que le puso el nombre de ZAL, descrito como de la raza Kuva o Kuvasz, de origen húngaro. Ese episodio, según indagué, fue extraído del libro Caná. Caballo de Troya 9, original de J.J. Benítez, y que con todo y ser un invento puso a rodar mi canica imaginando la maravilla que hubiera sido si Cristo hubiera tenido de compañero a un chucho, ya que siendo así, por supuesto no habría permitido que, así como así, que se le acercara cualquiera, como tampoco que lo hubieran lesionado como salvajemente lo hicieron sin antes haber dado la vida por impedirlo. Quizás tampoco le hubiera simpatizado de inicio Judas, el malo de la historia, y claro, al perdérsele a la Virgen María en el templo, asimismo le hubieran encontrado mucho más rápido. En fin, que a la fe católica, apostólica y romana hay que recomponerle el manejo del concepto de “perro”, que si ya no se logró con quien como Papa seleccionó el nombre de Francisco, dudo que vaya a suceder con otro personaje del rango, partiendo incluso de que la corrección a las Sagradas Escrituras sería un brete. Siendo así, permítaseme entonces reproducir ajustado al espacio un complaciente texto cuya autoría desconozco, pero que a temporadas suele aparecer en las redes sociales explicando la razón por la que, según, EL PERRO resultó ser el animal favorito de Dios:
Hace mucho tiempo, cuando el mundo apenas comenzaba y las criaturas recién habían sido criadas, Dios decidió dar una tarea especial a todos los animales (no humanos). Quería que cada uno aportara algo único para hacer del mundo un hogar hermoso y equilibrado. Llamó primero al águila y le dijo: tu volarás más alto que cualquier otra criatura y serás el símbolo de la grandeza. Luego se dirigió al caballo, diciéndole que sería fuerte y veloz para ayudar al humano a cruzar grandes distancias y así, a cada animal le dio un don. Al gato la elegancia. Al león la valentía, al delfín la alegría en los mares, pero… cuando llegó al perro Dios hizo una pausa, y mirando al pequeño animal de orejas atentas y ojos llenos de devoción le dijo: a ti, mi querido amigo, te daré un regalo especial. Serás el reflejo de mi amor en la Tierra. Amarás incondicionalmente. Cuidarás a los humanos aún cuando no lo merezcan y serás su fiel compañero en sus alegrías y en sus penas. El perro inclinó la cabeza como si entendiera la gran responsabilidad que se le estaba confiriendo, tras lo cual Dios continuó indicándole que siempre debería estar a nuestro lado, recordándonos lo que significa amar de verdad, sin esperar nada a cambio. Que cuando nos sintiéramos solos fuese consuelo, así como nuestra protección ante el peligro y nuestro guía para la vuelta al camino correcto. El perro asintió moviendo la cola y fue así como Dios supo que había hecho la elección correcta para representar por siempre su amor en la Tierra cuidando de pastores, viajeros, familias, y alegrando hogares. Un día, los ángeles le preguntaron por esa preferencia hacia el perro, a lo que simplemente les respondió que ese animal veía en los humanos un reflejo de su imagen y de ahí, haberlos dotado de un corazón bendecido y puro. Tan tan.
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