
Faltan pocas horas para la elección del Poder Judicial. La ciudadanía no sabe bien a bien qué ocurrirá el próximo domingo. La gente ni se entusiasma ni protesta; atestigua, abúlica, una decisión que tomaron en su nombre políticos que aseguran interpretan el sentir popular, aunque ninguna encuesta conocida haya señalado nunca que elegir a los jueces, magistrados y ministros era una demanda popular a la altura de la inseguridad, el empleo, los servicios de salud. Una demanda a la cual meterle tiempo, dinero y esfuerzo.
Es un vasto operativo político ideado por el partido en el poder para asumir el control del Poder Judicial, desde la presidencia de la SCJN hasta los jueces que conforman la infantería. La próxima presidenta de la Corte será Lenia, Yazmín o Loreta, una más morenista que la otra. Podrían estar ahí o tener un cargo en la dirigencia nacional del partido. Es casi lo mismo. No exagero. Las tres impulsadas por el expresidente López Obrador que así, desde donde esté, verá cómo se hace realidad uno de sus más caros anhelos: tener un Poder Judicial vestido de guinda.
Hay que aclarar, para evitar confusiones, que dejar al Poder Judicial sin cambios era insostenible. Vicios, incompetencia, desidia, tortuguismo y una corrupción extendida hacían obligado emprender una reforma, pero convertir al Poder Judicial en el brazo jurídico del partido en el poder supera con mucho cualquier intento sensato de saneamiento.
La jornada electoral será un galimatías. Los ciudadanos no tienen idea de lo que harán en la urna y se espera un récord de votos anulados por mal llenado. Algunos gobiernos particularmente cínicos ya pusieron en marcha el operativo de entregar acordeones para que los votantes sufraguen a favor de los que cuiden mejor los intereses de los grupos en el poder. Se espera que cada ciudadano necesite cerca de 15 minutos para llenar las boletas con cierta lógica. No conocerá ningún hombre, ni mucho menos tendrá conocimiento detallado de una carrera. La carrera judicial, la movilidad por méritos, es cosa del pasado. Ahora la cercanía a los dirigentes del partido será el mayor mérito para tener un mejor puesto.
¿Qué ocurrirá al día siguiente? ¿Cómo se podrá evaluar las supuestas mejoras? ¿Qué pasará con los aspirantes con vínculos con el narco, ¿Serán retirados o ratificados? La elección va y el nivel de participación no es un asunto que cuente. El partido en el poder se servirá con la cuchara grande. En la elección del año pasado participaron 60 millones de personas. Los promotores de la elección no esperan una votación copiosa. Si van doce o quince millones de personas será más que suficiente y nos convertirá, hay quien lo asegura, en el país más democrático del mundo.
El número de personas que participen no depende del interés que el proceso haya despertado en la gente, sino de la capacidad de movilización del partido en el poder que está dispuesto a ir por los ciudadanos a sus casas y llevarlos de la mano a las urnas, la pregunta en todo caso es ¿a cuántos podrá llevar? ¿De dónde saldrán los fondos para las movilizaciones de ese día?
Glifos
Las legítimas aspiraciones de la fiscal capitalina, Bertha Alcalde, de competir por la candidatura de Morena a la jefatura de Gobierno de la CDMX en el 2030, pasa por la capacidad de la institución a su cargo de resolver el doble asesinato de calzada de Tlalpan. Si logra derrotar a la impunidad y presenta a los responsables frente a un juez, sus aspiraciones tendrán el mejor carril. Si pasa el tiempo y el silencio se impone, lo mejor es que Bertha le busque por otro lado.