
El 9 de marzo de 1916 tropas estadounidenses fueron desplegadas en máxima alerta en la frontera con México, en Texas y Nuevo México, con instrucciones de marchar al sur para cazar a una sola persona: al llamado Centauro del Norte. Hasta antes de ello, Pancho Villa, paradójicamente, no era considerado en Estados Unidos un villano. Por el contrario, era tomado por una especie de Robin Hood, una figura mítica popular entre el pueblo estadounidense.
El legendario director de cine D.W. Griffith se había encargado de llevarlo a las pantallas del cine de esa época (La vida del general Villa de 1914), contribuyendo a la romantización de su figura. La misión, al estilo de las películas del Oeste, era capturarlo vivo o muerto. Su pecado, ser un villano que representaba una grave amenaza: el Gen. Francisco Villa “The Pest of the US Government” (La peste para el Gobierno estadounidense).
En las primeras horas antes del amanecer del 9 de marzo de 1916, en la localidad de Columbus, Nuevo México, se registra la famosa incursión villista. Quinientos elementos toman por sorpresa a la guarnición militar apostada, con un saldo de 110 mexicanos muertos y 16 estadounidenses. El simbolismo es político y militar: la primera invasión terrestre en contra de Estados Unidos desde la guerra de 1812 en contra de su antigua metrópoli, Reino Unido, y sus colonias canadienses.
Las dimensiones de Columbus difícilmente respaldan esa grandilocuencia simbólica. Fue un pueblo fundado en 1891, que había llegado en 1905 a los cien habitantes y en 1915 tenía 700. Estaba en el borde fronterizo, frente al poblado mexicano de Palomas, 45 kilómetros al sur de Deming, en el condado de Luna, Nuevo México.
Columbus básicamente era un campamento militar fronterizo con 532 soldados y 21 oficiales del 13º batallón de caballería, en torno al cual había crecido una ciudad que el día del raid estrenaba su primera sala de cine.”
Narra el autor de la biografía narrativa de Villa, que “pasada la medianoche, ya del 9 de marzo, la columna de invasores dirigida por Pancho Villa llegó a la frontera, a tres millas al sudoeste de Columbus. A lo lejos vieron pasar el tren que venía de El Paso, curiosamente, en él iban nada menos que Luis Cabrera, ministro de Hacienda de Carranza, y Roberto Pesqueira”.
Apunta que los motivos de Villa para esta acción de fuerza eran claros: “… quería golpear a los estadounidenses, estaba convencido desde el regreso de Sonora de que los yanquis se la habían jugado… era para él una justificada venganza, y las negativas de Sam Ravel a cubrir sus deudas le dio una razón más. El ataque estuvo pensado como una incursión y, si de pasada se conseguía dinero y municiones y se traía la cabeza de Ravel para México, tanto mejor.” (Taibo II, Paco Ignacio, Pancho Villa, Planeta, México, 2006, pp. 618, 619 y 623).
Para otros historiadores como Friederich Katz, Villa perseguía, y finalmente lo logró, una intervención estadounidense limitada que desenmascarara a Carranza. (Pancho Villa, su vida y su tiempo). Katz señala que Carranza representaba todo aquello contra lo que Villa había lucha en la revolución, particularmente que representaba la preeminencia de las clases altas.
El Presidente Woodrow Wilson de EE.UU., se encontraba en pleno año electoral y se encontró bajo fuertes presiones para actuar en contra de México, acusado de que era demasiado suave con el vecino del sur. Anotan sus biógrafos, que el mandatario buscaba contribuir a la estabilidad de México como parte del interés nacional norteamericano en plena turbulencia por el movimiento revolucionario e intentaba identificar al bando revolucionario adecuado para ese fin.
Hay autores que sugieren que en algún momento pensó en Villa como potencial líder de México; al final se decantó por Carranza, e incluso permite a los carrancistas el paso por territorio estadounidense para atacar a la División del Norte, a la postre derrotada por Obregón en Celaya (1915), en batalla similar a las desastrosas cargas de trincheras iniciales de la primera guerra mundial.
Es en ese turbulento contexto regional e internacional, es que Wilson ordena la ejecución de la operación militar de castigo, poniéndola bajo las órdenes de quien se volvería una figura mítica entre las fuerzas armadas norteamericanas, el general de Brigada “Black Jack” Pershing, pero no por la expedición punitiva, un fracaso absoluto, sino por comandar a los contingentes de su país en la primera guerra mundial poco tiempo después de esta operación militar especial, para usar términos en boga.
Las narraciones sobre el andar de las tropas estadounidenses en territorio mexicano son de pesar y de confusión. Conforme pasó el tiempo, el sentimiento anti estadounidense fue creciendo. Carranza acordó impedir el paso de más tropas por la frontera, lo cual fue ignorado por Pershing. Finalmente, en El Carrizal, Chihuahua (21junio1916), los carrancistas se enfrentan a los estadounidenses, infringiéndoles fuertes bajas (123) y tomando 23 prisioneros.
Katz señala que el resultado de la expedición punitiva fue catastrófico para Estados Unidos, los norteamericanos fueron vistos como invasores y no derrotaron, ni capturarron a Villa. Hacia febrero de 1917, ante el recrudecimiento de la primera guerra mundial y el inminente involucramiento de Estados Unidos, el presidente Wilson ordena al Gral. Pershing la retirada.
Katz recuerda que al inicio de la expedición Villa tenía 500 hombres y cuando dejaron México tenía 10 mil elementos.
La leyenda de Villa creció aún más.
Lecciones de la historia que arrojan luces en el presente en una coyuntura de intensa actividad geopolítica mundial.