
Cuando cae la noche, la Ciudad de México despliega un ritual conocido para millones de mujeres: caminar con las llaves entre los dedos, acelerar el paso, esquivar sombras imaginarias. No se trata de paranoia, sino de estadística: en 2020 siete de cada diez capitalinas se sentían inseguras en la calle; hoy esa proporción ha bajado a poco más de la mitad, 51.5 %, según la Secretaría de las Mujeres y la ENSU del INEGI. Sin embargo, medio vaso vacío sigue siendo medio vaso.
Para terminar de llenarlo, el gobierno de Clara Brugada acaba de encender “Ciudad Iluminada: Camina Libre, Camina Segura”, una inversión inédita de mil 700 millones de pesos sólo en 2025. El plan promete colocar 175 mil luminarias LED, intervenir 100 avenidas y 2 mil 235 calles -unos mil 734 km- y sumar 3 mil cámaras y mil 500 botones de pánico. Cada poste encendido, dicen, será un recordatorio de que “aquí hay gobierno”.
La lógica es simple: la luz espanta al agresor, mejora la visibilidad de cámaras, acorta los tiempos de reacción policial y anima a la gente a apropiarse del espacio público. Ahora, también los “postes de género” con pantallas que proyectan mensajes contra la violencia convierten a la infraestructura en pedagoga urbana, recordando que la prevención también se comunica.
Hay un guiño ambiental y presupuestal: todas las lámparas serán LED y se estudia alimentarlas con paneles solares en coordinación con la CFE. Menos consumo, más durabilidad y, sobre todo, más luz blanca que expone rincones donde antes prosperaban la penumbra y el delito.
Pero ninguna bombilla basta si se funde la rendición de cuentas. La historia local está plagada de proyectos que arrancan relucientes y terminan con lámparas rotas, cable robado y hojas de Excel maquilladas. El reto real será mantener un tablero público que muestre, colonia por colonia, cuántas luminarias funcionan y cómo evolucionan los delitos y la percepción de seguridad. Sólo así la ciudadanía pasará de usuaria a auditora.
Si la luz es, como dice la física, energía visible, Ciudad Iluminada tiene la oportunidad de convertir esa energía en confianza colectiva. Que dentro de unos años las mujeres dejen de acelerar el paso y caminen, al fin, con la cabeza alta. Porque una ciudad realmente segura no se mide por los lúmenes instalados, sino por los miedos que logra disipar.
Por cierto:
1. ÓRALE. Contra el telón de un comicio dominado por el abstencionismo -9 de cada 10 no votaron-, la alcaldía Venustiano Carranza sorprendió al encabezar la lista de participación ciudadana. Mientras alcaldías gigantes como Iztapalapa (dos millones de habitantes) y Gustavo A. Madero (1.8 millones) lidiaron con urnas semivacías, la demarcación gobernada por Evelyn Parra mostró músculo y disciplina territorial. El contraste dispara preguntas, pero también sugiere que algo se hace bien en el oriente capitalino: espacios públicos atendidos, redes vecinales activas y una narrativa de cercanía que mantiene la fe de sus habitantes.
Vivo la noticia, para contarle la historia
@juanmapregunta