
Por largos y pesarosos días viví hundido en una pregunta profunda y negra como mi suerte. Sabía del arribo de un indígena mixteco a la Suprema Corte y sus afanes étnicos de justicia indumentaria, pero no sabía por qué. Ni por qué llegaba ni qué esperar.
Sin embargo, el enigma tuvo solución con las palabras de nuestra señora presidenta (con “A”). Luminosa y oportuna me llegó la respuesta, escuché como si una música celestial bajara de La Malinche. Vox populi; vox dei.
--“Fíjense lo sabio que es el pueblo de México (nos dijo), ¿a quién decidió que fuera el presidente de la Corte? A un indígena mixteco, a Hugo Aguilar. Después de Benito Juárez, no había habido un presidente o presidenta de la Corte que hubiera (haya) sido de origen indígena. Ahora sí“.
Pues sí, ahora sí.
Y en consecuencia, investido a imagen y semejanza del sapiente pueblo, Don Hugo ha tirado birrete y toga al tacho de la basura, por lo cual yo propongo su nueva indumentaria: “vestido de Ixcahuipilli, llevando fijo a la espalda el Quetzalpatzactli, con bandera de plumas de quetzal y escudo Quetzalquexyochimalli”, como vestían los guerreros mexicas. (Antonio Peñafiel. Indumentaria Antigua Mexicana. 1903).
Pero mientras se hacen esos arreglos de antigua sartoria, valdría la pena aprovechar el viaje, y derogar de una vez para siempre -- como se hará con el decreto de la toga batmanesca--,todos los signos distintivos de grados, clases y distinciones racistas y clasistas, excepto, claro, las reminiscencias del penacho de Moctezuma o el originario bastón de mando de cualquier etnia regida por usos y costumbres.
Así --por fin-- prescindiremos de la banda presidencial, el kimono de la geisha, la mitra y el báculo del obispo; la montera del torero y la corona del rey, la tiara de las princesas o el armiño del imperio.
Al demonio las casullas, los bonetes y birretes, el alba del monaguillo, la estola del confesor, la sortija pontificia con todo y capa pluvial, la tonsura y la esclavina, las zapatillas carmín; el solideo, y la kipá; la cofia de la enfermera de la monja o la mesera, el mandil de verdulera, el delantal carnicero; el velo de la novicia y la cola de la novia, el vestido inmaculado, la burka de la islamita, la kefiyhe palestina, el rebozo de la beata o un tutú de balerina; la flamenca sin peineta en un tablao sin tacón, el leotardo en el estudio, sin montera el matador rapado de la coleta y sin botas el bombero; el curapupas sin bata, sin la yompa el maquinista y sin escafandra el buzo y sin EMU* el astronauta, los cirujanos sin guantes ni quirúrgico ropaje del calzado a la cabeza, picador sin castoreño, sin tubulares peit se mantendrán los rabinos y sin mallete los jueces, sin tolete el granadero, adios las espinilleras y el turbante de los sighs y el gorro del cocinero; la seda de los jinetes, la divisa de los toros, la herálica, el apellido, los blasones y los sellos, el casco de los pilotos, la valija del cartero, la gorra del cilindrero, la boina del panadero, la falda de la aeromoza, y los galones del charro en torno de su sombrero, sin pistola al cinturón y adiós espuelas de plata, nada de botonaduras aunque fueran de hojalata; y el futbol americano sin las hombreras y el casco, pugilistas ya sin guantes, ni concha bajo el calzón, nadadores sin neopreno y trapecistas sin mallas, Winston Churchill sin bombín y Abraham Lincoln sin su copa; Don Benito sin levita ni su delantal masón, el general sin estrellas, entorchados ni el águila en el kepí; el almirante sin gorra y el barco sin mascarón; quince años sin crinolina y sin alzacuello el cura; adiós las escarapelas y la esgrima con careta; el kabuto (casco) samurai, Marcos sin pasamontañas, sin chamarra el alpinista, todos como Adán y Eva, sin manzana y sin Edén.
*EMU: Extravehicular Mobility Unit (EMU) NASA.
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