Opinión

Polos de Desarrollo para el Bienestar: el territorio como estrategia nacional

Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta de México, encabezó la conferencia de prensa en que se firmo el acuerdo con 14 estados para el impulso a la iniciativa Polos del Desarrollo para el Bienestar.
Polos del Desarrollo para el Bienestar Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta de México, encabezó la conferencia de prensa en que se firmo el acuerdo con 14 estados para el impulso a la iniciativa Polos del Desarrollo para el Bienestar. (Galo Cañas Rodríguez)

El anuncio de los primeros 15 Polos de Desarrollo para el Bienestar (PODEBI) marca un parteaguas en la política económica del país. Más allá de un nuevo programa de fomento industrial, se trata de una visión territorial del desarrollo que apuesta por descentralizar la inversión, democratizar las oportunidades y colocar al sur y centro del país en el centro de la reindustrialización nacional.

El modelo presentado por la presidenta Claudia Sheinbaum y el secretario Marcelo Ebrard no improvisa: es el resultado de una estrategia que combina planificación regional, estímulos fiscales inteligentes y una gobernanza compartida con los estados. Cada polo responde a vocaciones productivas específicas: energía y química en Tuxpan, industria automotriz en Ciudad Juárez, economía circular en Hidalgo, agroindustria en Chetumal o industria farmacéutica en Nezahualcóyotl. Es decir, no se trata de parques industriales genéricos, sino de clústeres pensados para integrarse a cadenas de valor globales con sentido local.

Estamos ante una nueva cartografía del desarrollo nacional: una que reconoce las fortalezas regionales y las convierte en motores de progreso compartido.

La propuesta tiene implicaciones profundas. Primero, rompe con el patrón de concentración económica que históricamente ha marginado a regiones enteras del país. Segundo, permite construir empleo formal y bien remunerado sin expulsar talento ni mano de obra. Y tercero, articula al Estado mexicano como facilitador del desarrollo: con reglas claras, exenciones fiscales específicas y un modelo “cero trámites” que, si se implementa con rigor, puede ser una ventaja competitiva frente a otras economías emergentes.

Cuando el Estado se convierte en aliado del talento local, el desarrollo deja de ser promesa y se vuelve destino.

Los incentivos presentados son ambiciosos y bien diseñados. La deducción del 100% de activos fijos nuevos y del 25% en capacitación e innovación, acompañados por infraestructura pública y conectividad interoceánica, constituyen un paquete integral.

Invertir en un PODEBI no es solo una decisión económica: es una apuesta por el futuro de México y su gente.

Si el sector privado responde con responsabilidad, el país podría estar en vísperas de una nueva ola de industrialización, con rostro humano.

Pero el verdadero reto será la ejecución. Lograr que las inversiones lleguen, se arraiguen y generen valor local requerirá más que voluntad política: se necesitarán marcos regulatorios eficientes, diálogo con comunidades, coordinación intergubernamental y transparencia. Será clave que los gobiernos estatales cumplan su parte y que la sociedad civil vigile la implementación de cada polo con visión de largo plazo.

El desarrollo con bienestar no es una consigna; es una responsabilidad histórica. Y estos 15 polos, si se cuidan y consolidan, pueden convertirse en ejemplos replicables de una nueva forma de hacer política económica en México: una que no parte del escritorio, sino del territorio.

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