Opinión

Jambi

Jambi y Marielena
Jambi y Marielena Especial

Cuando murió y pese a su popularidad, el Gobierno de la CdMx sólo

tuvo a bien emitir un escueto boletín identificado con el folio 159/2015, donde apenitas en 9 renglones comunicaba el fallecimiento de JAMBI a causa de una presunta… pre-sun-ta… pancreatitis ¿aparecida de la noche a la mañana? a sus 25 años de edad, de los aproximadamente 45/50 que pudo haber alcanzado con buena atención durante su forzado y duro cautiverio. Así las cosas…

Y como los seres humanos solemos ir marcando la vida por etapas, justamente hoy me toca un lapso que traigo tatuado desde que comenzó el año, siéndome por ello este jueves un día singularmente triste al cumplirse 10 años de una muerte cuya causa, al menos públicamente, nunca terminó por precisarse. De ahí que al buscar enlaces en la red cibernética aparezcan distintas versiones al gusto de la “investigación” que cada medio de comunicación llevó a cabo y por supuesto también las correspondientes opiniones, juicios y pareceres de acomedidos (as) y de creadores de contenidos que de la noche a la mañana se convierten en expertos opinadores de la materia, pero, el hecho es que mi criaturita del alma -que junto a su hermanito TOTO me costó sangre, sudor y lágrimas sacar adelante por 7 años trabajándole 24/7- perdió la vida de forma que nunca debió ser y por lo que no tengo consuelo, más que otra cosa por la súbita desaparición de su vida sin haberle podido explicar que no lo abandoné y que a la distancia seguía pendiente de él hasta donde podía. Sin embargo, lo anterior es capítulo cerrado y mejor quisiera recordar a JAMBI empezando por preguntarle a los lectores, lectoras que me hacen favor de seguir este espacio, si saben que precisamente los orangutanes son, de entre todos los grandes y pequeños primates, quienes mayor tiempo permanecen dependientes de la madre criándose bajo su abrigo durante 7 años, mismo lapso en que la vida me permitió desarrollar una extenuante pero hermosísima, retadora y extraña maternidad, porque han de saber que tan pronto llegar (desde Memphis, Tenn.) sus pícaros padres (WOOLY y LIZZA) al Zoológico de Chapultepec, para entonces bajo mi encargo, comenzaron a intentar reproducirse lográndolo exitosamente más sin que el personal del servicio médico veterinario diera cuenta de que la madre no producía leche, dado lo cual su primer bebé en tierra mexicana y al que llamamos ALEJANDRO, perdió la vida prácticamente por inanición. Tras esa malograda experiencia todavía no se decidió aplicar control reproductivo a la exitosa pareja, por lo cual muy pronto la cigüeña trajo a una hembrita que llamamos WOOLI, juntando los nombres de sus padres, más cosita linda que al no poder recibir leche de la madre (quien afanosamente buscaba cómo poder alimentar a su bebita, incluso exprimiéndole desde su boca el jugo de las frutas de su almuerzo) le fue retirada para ser criada por el equipo veterinario al que se les murió en corto tiempo por una infección intestinal que sólo pudo ser consecuencia de un mal manejo y por lo cual, imaginarán, me encabrité, solicitando fuera tratada LIZZA con método anticonceptivo que por cierto se le pudo aplicar de buena gana pero sin surtir el efecto esperado (lo que me latió) puesto que inesperadamente llegó su tercera cría que fue precisamente JAMBI, bebé del que me hice cargo a voluntad como madre sustituta tras haber buscado previamente capacitación exprés en una de las entonces mejores cunas para grandes primates de los EE. UU., que además me quedaba al tiro, a efecto de no descuidar la chamba. Fue de esa forma que me dediqué al bebé, terminando por entregar una criatura de 7 años sana, alegre, con familia (que será historia para contar en otra ocasión); multiestimulada visual, olfativa y sonoramente, eso sí, rebosada de amor, para posteriormente y por vil y caprichosa decisión política verla terminar encarcelada en un cuarto que si les describiera cómo estaba de sucio, invadido cual bodega y carente por completo de enriquecimiento, no les extrañaría esa muerte que me duele enormemente aún ahora, al recordar que hube de alimentarlo durante su primer mes cada dos horas, llevándose una entera para consumir durante sus primeros días unas cuantas gotitas del calostro que me fue proporcionado por hermosa mujer, eso sí, no sin antes haberme prácticamente esterilizado de la punta de la cabeza a los pies y aún así, al cuarto día se me quiso morir y no vean el pleitazo que le arme a Dios durante esa madrugada, aferrándome a que no se lo entregaría como fue, y pese a que cada mañana los veterinarios esperaban verme llegar al zoo con un cadáver. Tengo TEMA con esta tan especial crianza, pero espacio por hoy ya no. Que Dios bendiga a mi amado JAMBI y lo tenga con él en su divino Cielo, esperando nuestro reencuentro para una larga plática.

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