Opinión

El misterio más profundo

El Senador volvió a desestimar los señalamientos en su contra por el viaje a Palestina.
Gerardo Fernández Noroña El Senador volvió a desestimar los señalamientos en su contra por el viaje a Palestina.

Además de la formación de los hoyos negros en el universo, la noción de la antimateria, la muerte de una supernova; los hábitos reproductivos del ornitorrinco y otros arcanos, los humanos enfrentamos un profundo misterio: ¿por qué la 4.T.2.P. protege incondicionalmente a sus peores cuadros, a los más zafios, a los visiblemente impresentables?

¿Por qué, en suma, comparte su desprestigio y de paso se desgasta y merma su calidad moral y política (si la tuviera)? Nadie lo sabe.

Tampoco se comprende si su protección proviene del compromiso con viejos favores o adhesiones al evangélico fundador o pago de intereses por respaldo financiero al movimiento cuyas extrañas raíces ideológico-religiosas tienen a veces la apariencia de cofradía o hermandad pactada con la sangre de los mártires.

Una de sus leyendas fundacionales, cuando casi todos ellos militaban en el PRD, fue el sacrificio de 670 militantes, principalmente muertos durante el gobierno de Carlos Salinas. Ante esos riesgos los militantes –hasta quienes nada arriesgaron--, son sobrevalorados por sus dirigentes. A la pertenencia se suma el barniz del riesgo arrostrado.

El historiador Flavio Josefo (93. D.C) refiere la solidaridad de los primeros cristianos entre sí. Durante los días duros y crueles del Imperio Romano, la clandestinidad y la solidaridad (después, con los siglos se volvería complicidad), eran su gran recurso de sacrificio y catacumba.

El martirio y la persecución, realidades de aquellos años, no desalentaron a los seguidores de la doctrina. Cada muerte, cada perseguido, cada cristiano enviado a los leones, calumniado o perseguido, no era un cadáver, era una semilla.

Para una religión cuyo símbolo es la cruz de Cristo, vivir el propio calvario era la mejor forma de imitar al maestro. Así “su muerte era vista como un testimonio de fe, no como una derrota, lo que animaba a los demás a permanecer firmes en sus convicciones”. Pero ahora esa cruz no significa nada.

Esa actitud parecen tener los morenos y solamente en la cima se sabe quién ha sufrido como acompañante en la larga marcha, quién ha financiado el empeño con sus recursos (de cualquier origen) y quien tiene una hoja de favores financieros (o de otro tipo) cuya oportunidad trasciende los sexenios y merece protección y recompensa.

Sin embargo, tan misterioso es el motivo de la protección a ultranza como la ceguera ante sus consecuencias.

¿No se dan cuenta cómo encubrir a Cuauhtémoc Blanco, Adán Augusto, Rubén Rocha Mayo (Moya) o Noroña y demás, muestra su pertenencia al coro de los lobos?

Dime con quien andas... dice la conseja. Y no por vieja menos útil.

Hoy sin pudor ni rubor, Noroña viola la ley del servicio público y hasta el decálogo de su partido.

Aun así, le aplauden por su inútil solidaridad ante el pueblo palestino cuyo vestuario de kufiya (kefiyeh) exhibe en las sesiones del Senado como antes mostraba sus horrendos bordados bolivianos de carmesí frenético en sacos muy holgados. El hábito no hace al monje, como tampoco la toga colorida de florecitas, le enseña al ministro oaxaqueño a llevar en orden una sesión de la Corte.

Noroña reconoce el financiamiento de un gobierno extranjero en labores de turismo revolucionario... Y nadie –ni en el partido ni en el gobierno emanado de ese movimiento--, acepta el desatino.

Falta saber si en verdad ese financiamiento proviene de los EAU o se trata de un camuflaje de los terroristas de Hamas; no de la autoridad palestina, pero sea como sea, no hay una sola voz siquiera para solicitar alguna indagación.

Como tampoco ocurrió en la casa tepozteca, los haberes y los impuestos; como Adán, como todos quienes con su comportamiento y sus rendimientos incumplen la doctrina a cuya naturaleza popular se sometieron.

Por el bien de todos, primero los viajes, los aviones al otro lado del mundo, el turismo revolucionario y el descaro.

--¿Y por qué? Porque no son iguales.

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