Tenemos elecciones mas o menos limpias y justas, los ganadores asumen el gobierno, los perdedores aceptan los resultados y los ganadores no cierran las posibilidades de que los derrotados podrían triunfar en el futuro. Esto y no otra cosa, es la mera nuez de la democracia.
Con la sequedad y exactitud de un sabio, Adam Przeworski dijo más o menos eso el jueves pasado en una conferencia en el Colegio de México. La cosa es importante dentro de un contexto en el que se discute con la premisa cómoda y escapista según la cual “cada quien según su idea de democracia” (o de su transición democrática).
Unos pueden creer que (A) la democracia es un entramado para resolver conflictos dentro de un Estado de Derecho; otros quizás, (B) que es esa condición en la cual los gobernantes están sometidos a límites, controles y rendición de cuentas; (C) otros más pueden decir que es el sistema que traerá bienestar material al pueblo; o (D) que democracia es el imperio de los derechos individuales y colectivos de la gente. Todo eso, si, pero lo verdaderamente nuclear en una democracia es la posibilidad real, legal y pacífica de los votantes para remover gobiernos y constituir su representación política.
Puede existir una edificación (A) en cierta medida; podemos tener (B) en otra, algo del concepto (C) ó un buen avance en (D), pero si no hay posibilidades reales en donde se pueda cambiar el gobierno mediante elecciones, no hay democracia. Dicho en una nuez: lo electoral es el cogollo de la democracia.
Sí: Adam Przeworski (tal vez, el principal teórico político de nuestro tiempo) se volvió a declarar “minimalista” y creo que lo dijo hablando de Juana para que lo entienda Chana: ese es el mero punto crítico en el que se juega el destino político de nuestro tiempo y es precisamente el expediente que tiene abierto el gobierno de Morena vía su intención de reforma electoral.
No creo que haya tema más decisivo en el presente político de México: que prevalezcan las condiciones para remover a los gobiernos mediante el voto.
Pensándolo dos veces, dijo el politólogo, esta es una situación más bien extraña en la historia del mundo, incluídos los siglos XX y hasta el 2008: en ese lapso ha habido más cambios de gobierno por la vía de golpes de Estado que a través de elecciones pacíficas. Y a esa historia hay que agregar la excepción de dos grandes elefantes -China y Rusia- cuyas sociedades nunca han experiementado un cambio de gobierno a través de elecciones libres y auténticas. Todo lo cual, nos lleva a concluir que el tiempo que vivimos no es una anomalía, sino una vuelta al continuo autoritario en el que ha vivido la sociedad humana.
Y sigue. La historia empírica de las democracias muestra que la duración típica de esos regímenes es de 20 a 25 años, hay pocas democracias que sobreviven 50, son menos las que duran hasta 100 y solo una que ha sobrevivido hasta 300 años -los Estados Unidos- pero incluso esa historia parece estar llegando a su fin.
El mensaje de Przeworski fue lúgubre pero realista, recopilando un monton de evidencias que ha organizado a lo largo de muchos años de trabajo, con una mensaje extraordinariamente relevante para México: en la muerte de las democracias las oposiciones a los autoritarios, también tienen un papel, pueden erigirse en una resistencia efectiva o pueden convertirse en un factor co-causal delm derrumbe. En otras palabras, el polaco llamó a pensar las formas de ser oposición en el trance autoritario que vive el mundo y México, con él.
La lealtad y el compromiso democrático han de ser inalienables, a pesar de la truculencia, el abuso y la simulación que despliega el régimen autoritario. Si los personajes, líderes o partidos de oposición se radicalizan y abandonan la legalidad (por frágil que esta sea) se convierten en parte de la eclosión. Los ejemplos más recientes muestran que “a la gente le gusta votar y cambiar a los gobiernos votando” y que en esa cuerda se juega la supervivencia de la legitimidad de la propia oposición.
Pero Przeworski va más allá. La crisis y el ataque a la democracia tiene agentes, actores, responsables con nombre y apellido, eso hay que señalarlo y no dejarlo de repetir. Pero al mismo tiempo, no se pueden olvidar las causas que han generado la desafección, el resentimiento o el desencanto con la propia democracia que llegó cargada de tantas expectativas y esperanzas. De modo que -como anotó el profesor Rafael Rojas- no puede defenderse a la democracia con un ánimo restaurador, apelando al regreso del status quo, creyendo que el populismo es simplemente un mal sueño y un error que nos desvió de la ruta que era “la única correcta”.
Pienso por supuesto en el PAN y su reciente relanzamiento, cuya apelación sustantiva es aglutinar a la derecha mexicana sin complejos mediante la afirmación del conservadurismo y sus valores, en una ruta de colisión y polarización en la búsqueda de replicar el experimento argentino de Milei o de… Trump.
Creo que las consideraciones de Przeworski han dado la pauta para la discusión más importante que tenemos enfrente en los meses por venir y dada la restrictiva reforma electoral que ya se asoma: qué hacer y como ser oposición útil para el salvamento de la democracia en México.