Opinión

El cambio político-cultural en América Latina (II)

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Argentina El presidente Milei celebra la noche del domingo su contundente triunfo en las elecciones legislativas (JUAN IGNACIO RONCORONI)

Históricamente, la ciencia política ha clasificado a la derecha como aquél conjunto de ideologías y prácticas que buscan preservar el status quo de las sociedades apegada a valores identificados con la tradición social y cultural de un determinado pueblo y valorando como más relevante lo relativo el individuo por encima de la comunidad. En contraparte, la izquierda suele relacionarse con posturas que privilegian los intereses colectivos, la protección de grupos económicamente desfavorecidos y socialmente excluidos y la conquista de nuevas derechos y libertades que muchas veces contradicen lo establecido. En medio de ellos, como fiel de la balanza, se ha colocado al centro, como aquél vaso que no está ni lleno ni vacío, sino todo lo contrario y a conveniencia de lo que quien se beberá el agua piense.

Sin embargo, esta visión dicotómica clásica ya no corresponde a la realidad actual y hoy es necesario recurrir a nuevas categorías políticas e ideológicas para tratar de comprender lo que hoy sucede en el mundo, en general, y en la región latinoamericana, en particular. Por eso no basta con señalar que Donald Trump, Javier Milei o Nayib Bukele son presidentes de derecha o afirmar que la izquierda latinoamericana está representada por Nicolás Maduro, Gustavo Petro o Lula da Silva. Si bien mucha de la ideología que sostiene a estos liderazgos puede colocarse en uno u otro lado del espectro político izquierda-centro-derecha, la realidad de estos gobiernos y de la política puesta en acción es que responden a sus conveniencias electorales y económicas, siendo todos tan pragmáticos como el cinismo les permita.

Por eso lo que hoy sucede en América Latina – y desde hace varios años en esta y otras regiones del planeta – no puede explicarse a partir de los conceptos clásicos que hace tiempo dejaron de tener vigencia. En El Salvador son las clases más populares las que dan fuerza, popularidad y legitimidad a un presidente capaz de vulnerar cualquier derecho humano de los pandilleros que se encuentran en prisión y que no precisamente provienen de las familias más acaudaladas o de mayor alcurnia del país centroamericano. En contraparte, la popularidad de Lula en Brasil sería difícil de entender sin el apoyo que él, su partido y los candidatos de su partido han recibido de grandes empresas que han resultado beneficiadas por contratos públicos, lo cual incide en beneficio de los inversionistas extranjeros y en lo más mínimo de los obreros que generan el trabajo.

Por todos estos antecedentes, por el reciente triunfo legislativo de La Libertad Avanza, el partido de Javier Milei, por los vuelcos que en las últimas elecciones han tenido países como Perú o Uruguay, así como por la postura que recientemente ha adoptado Ricardo Salinas Pliego en nuestro país, es que se vuelve necesario poner atención en el cambio político-cultural que parece estarse dando en América Latina. Más aún, es posible que el caso mexicano, incluso, haya comenzado un primer giro en 2018 con el triunfo de Morena y Andrés Manuel López Obrador y el péndulo de la preferencia electoral esté alcanzando su punto más distante al reposo para comenzar su descenso en dirección contraria.

Si bien los cambios, giros, vuelcos y sacudidas que hoy señalamos no responden exclusivamente a nuestros tiempos, pues en distintas ocasiones han estado presentes, es claro que las categorías que durante mucho tiempo utilizamos y a las que no pocos continúan recurriendo, hoy no bastan para explicarlos y muchos menos para intentar anticipar lo que vendrá en el futuro inmediato. Ese péndulo al que hacíamos referencia en el caso mexicano, por ejemplo, ya no oscila de un extremo a otro, sino que lo hace de forma desordenada y sin mantener un ritmo, una ruta o una lógica. En ese caos y en lo impredecible del movimiento estriba la relevancia de observar con detenimiento y cuidado este cambio al que hacemos referencia.

¿Se imaginan la y el lector que, en las elecciones mexicanas de 1976, harta la sociedad de un gobierno autoritario como el de Díaz Ordaz, con la matanza de Tlatelolco como ejemplo de ello, o populista y lejano con las élites empresariales como el de Echeverría, los grupos opositores al priismo hubieran recurrido a Emilio Azcárraga Milmo como su abanderado? Hoy eso no solo es posible, sino que la idea parece ir tomando forma rumbo al 2030 en la figura de Salinas Pliego. Y esto es únicamente en el caso mexicano. El cambio político-cultural en América Latina parece ir avanzando en direcciones por demás extrañas e inciertas.

Profesor y titular de la DGACO, UNAM

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com

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