Opinión

Zopilotes (zopilotas) y carroñeros

Cuarta Transformación
4T

Durante una de las masacres más horrendas de la humanidad, o la inhumanidad (para decirlo mejor) fue el exterminio de los tutsis en Ruanda, cometido por el poder hutu. Por encima del salvajismo inenarrable, occidente ha presentado el drama espantoso en muy pocas, líneas:

“En 1994, en sólo 100 días, alrededor de 800 mil personas fueron asesinadas en Ruanda por extremistas del grupo étnico hutu. La matanza fue un intento de exterminio de la población minoritaria de los tutsis y se calcula que aproximadamente 70 por ciento de ellos murieron”.

Una de las formas de exacerbar a los indignados y convertirlos en sicarios de los genocidas hutu, era –entre otras--, la inflamación radiofónica en cuyas emisiones persistentes e insistentes se llamaba a los tutis “cucarachas” porque muchos de ellos regresaban del exilio a la antigua colonia belga, y simbólicamente se les adjudicaba un intento de invasión gradual.

Amnistía Internacional lo documenta así:

“...Los tutsis no merecen vivir. Hay que matarlos. Incluso a las mujeres preñadas hay que cortarlas en pedazos y abrirles el vientre para arrancarles el bebé”. Este es tan solo uno de los mensajes que se transmitieron entonces a través de la Radio Televisión Libre

“Cucarachas”, así llamaban desde los medios de comunicación del Estado a las y los tutsis, minoría étnica que entonces representaba el 15 por ciento de la población de Ruanda. Algunos años después, en 1994, la gran mayoría había muerto a machetazos”.

El discurso de odio, triste coro de acompañamiento del genocidio, culpaba de todos los males de Ruanda a un grupo fuera del poder y sin posible acceso a él.

“Aunque los privilegios políticos de las personas tutsi –dice Amnistía--, habían acabado, años de hegemonía les habían hecho prosperar, contar con negocios, bancos y tierras, tendiendo a conformar la clase media y alta del país. Los hutus, generalmente pobres, sentían un gran resentimiento por sentir que habían sido tratados como simples trabajadores.

“...Las autoridades, en vez de asumir su responsabilidad al haber despilfarrado los ingresos de las arcas públicas durante más de una década, culpaban de todo a los tutsis, sembrando así más odio”.

El lenguaje del odio en muchas ocasiones deshumaniza a sus enemigos. Los animaliza para proclamar simbólicamente su superioridad.

Fidel Castro, admirado hasta el delirio incomprensible por la izquierda (con todo y la manutención mexicana), tuvo una estrategia para la conservación del poder fácilmente adaptada por la IV-T (en sus dos etapas): llamaba “gusanera” a los disidentes, sobre todo a quienes querían salir de Cuba.

Perros infieles son quienes viven fuera del islam. Marranos eran los judíos conversos; zopilotes quienes desde la inexistente “comentocracia” osan divergir del pensamiento dominante de la IV-T.

La crítica, el análisis, la opinión, el reporterismo investigador, la denuncia pública, el periodismo y sus ramas afines no son parte de la comunicación social; son obra subversiva contra la majestad del pensamiento mágico de una corriente fraseológica (no ideológica), en la cual todo se resuelve negando la evidencia o presentándola como consecuencia del antepasado nacional, sin tocar ni con la uña al pasado y su desastre.

--¿Quieren que vuelva García Luna? Nos han preguntado.

No. Ese señor debe permanecer en la cárcel donde el gobierno de Estados Unidos (no la IV-T) lo confinó. Lo mismo Hernán Bermúdez, otro mafioso incrustado en la (in) seguridad pública. Ese sí de ellos y juzgado (a medias) por ellos.

Carroñeros, llaman los cuatroteistas a sus críticos, sin percatarse de algo: los animales cuyo alimento es la carroña –hienas, buitres, zopilotes y demás--, requieren para su dieta carne podrida de cuerpos cadavéricos.

Y la IV-T no está muerta ni podrida. ¿O sí?

CARACAS

La Convención de Caracas exime del beneficio del asilo a los delincuentes fugitivos o procesados en sus países. La SRE lo ignora y recibe a cualquier pillo (o pilla), ideológicamente afín. Y luego pasa lo que pasa.

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