
No hace mucho tiempo los mexicanos estábamos sorprendidos por la rapidez como nuestros científicos podrían resolver en unas cuantas semanas el trabajo aplazado por siglos.
De un día para otro nos convertimos (al menos en los discursos de cadencia tropical), en fabricantes de las más maravillosas máquinas de respiración mecánica, Ehcátl, (en náhuatl), en una época de escasez internacional de máquinas de respiración asistida durante la mortal pandemia de COVID.
En unas semanas más logramos, casi simultáneamente con los más grande laboratorios del mundo (Pfizer, Astra, etc), con decenas de científicos y premios Nobel de medicina, anunciar la vacuna “Patria” con la cual íbamos a salvar millones de vidas no sólo aquí sino en todo el mundo. ¡Aja!
“...Vamos a producir --recuerdo esas palabras sin titubeo de Pedro Zenteno, director de Birmex--, trescientos millones de vacunas”, así, ni una más, ni una menos, y no todas para el COVID.
Sueños guajiros, lindas palabras para ganar la dicha efímera de la primera plana, la caricia de la palma del superior en el hombro y el muy bien, vamos muy bien, pero con el paso del tiempo la mentira se acarcacha, se hace vieja y se olvida, se diluye arrollada seguramente por un automóvilito eléctrico, de esos ahora anunciados para sustituir otro tipo de transporte y meter a los consumidores en una era novedosa de movilidad no contaminante.
Con alborozo recibimos esa gran noticia:
“...Este auto pequeño (Olinia, porque todo debe ser “tecnonahuatlato”) debe tener la característica de ser seguro, ser eléctrico, que se pueda conectar en cualquier enchufe y que la mayoría de sus componentes sean mexicanos. Entonces, poco a poco ir construyendo esta cadena de producción...
“...Explicó (CSP) que se seleccionó al Instituto Politécnico Nacional (IPN) y al Tecnológico Nacional de México (TecNM) para el desarrollo de la tecnología de los mini vehículos; cuya inversión en 2025 será de 25 millones de pesos (mdp)”.
Con esa cantidad se puede comprar una flotilla de doce automóviles Tesla (usados) con todo y placas.
“Hasta el momento tenemos ya el equipo de trabajo; ya han avanzado. Incluso en su momento, se invitará a empresas privadas que también se han dedicado desde hace tiempo en México a producir particularmente motores eléctricos”.
¡Qué gusto!, cuanto orgullo saberlo: vamos a continuar en 2026 o 2027, los trabajos de Ányos Jedlik, quien en 1928 hizo un autito eléctrico, o Thomas Davenport constructor de un vehículo electrificado en 1835 en los Países Bajos, donde el profesor Sibrandus Stratingh de Groninga, y Christopher Becker también hicieron un carrito alimentado por baterías.
Pero aquí tenemos Litiomex. Produce Mex; no litio industrializado.
Todo esto me llegó a la cabeza (hueca, pero cabeza al fin), con la lectura de “Morir en la arena”, la más reciente novela del gran cubano, Leonardo Padura uno de los más importantes escritores contemporáneos en lengua española.
Él también habla de las mentiras en el discurso oficial, de las falsas promesas de una gloria por venir contenidas en los interminables discursos del socialismo cubano.
Se trata –entre otras muchas cosas-- de la historia de un ingeniero (Pablo El salvaje), enviado a la URSS para especializarse en energía nuclear y a su vuelta trabajar en la obra magna y suprema de una revolucionaria planta atómica en la Cuba siempre afectada por la tercermundista escasez eléctrica.
“.. volvió al país y, acorde con lo que se había planificado socialistamente, fue enviado a trabajar y ocupar el puesto de especialista (llegaría a ser el especialista principal), en el montaje de los reactores de la central termonuclear que se levantaría en medio de la isla con los mismos planos y tecnología soviética que la de Chernobil..., hasta que el proyecto se fue a bolina (tal vez para fortuna nacional, y regional), entre otras muchísimas cosas que, desde entonces y sin fin, en el país se fueron y se siguen yendo a la mierda.
“Cosas, ideas, realidades y posibilidades que, en su tránsito hacia la nada y la demolición nacional en curso permanente, se llevaron hasta la fe de muchos tipos...”
--¿Por qué se habla de fe?
Porque “el comunismo (como la 4-T, sin ser ortodoxamente comunista) no es una filosofía ni una ideología, o lo fue al principio, pero luego, para los que siguieron creyendo en él (o en ella), se convirtió en una religión y, como todas, exigió una fe y la aceptación de un dogma con sus liturgias incluidas...”
“...como la representación sintética del estado hacia el que había derivado todo el país, cada vez más desconchado, agrietado y sucio, con alarmantes amenazas de derrumbe...”
En esas condiciones y para soplarle al jocoque después de las laceraciones palatinas de la leche con Dos Bocas o el Tren Maya o el Sistema Aeroportuario del Valle de México o la Megafarmacia o tantas y tantas ocurrencias imperdonables, llegan a nuestros oídos las noticias de Coatlicue (otro tecnonahuatlato).
La diosa Madre, pero quizá premonitoriamente también representación de la muerte con su faldón de serpientes y sus corazones sangrantes, le ha prestado su nombre a la supercomputadora con cuyos nodos e interconexiones les va a permitir a los mexicanos una superioridad técnica apabullante para todos, menos para quienes han creado (y vendido) los actuales sistemas cibernéticos del mundo. Sólo Nvidia vale 78 mil millones de dólares, un poco superior al presupuesto científico de México en quien sabe cuántos años.
Aquí la vamos a instalar; no a inventar.
Pero eso es aguar la fiesta. Mejor debemos con orgullo alborozado y corazón alborotado, leer este mensaje de la casa presidencial:
“El Gobierno de México, a través de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti) y la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT), presentó “Coatlicue”, la supercomputadora pública mexicana y la más poderosa de América Latina que tendrá una inversión pública de 6 mil millones de pesos (mdp) y cuya construcción se realizará en 24 meses a partir de enero 2026.
“La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo destacó que “Coatlicue” es LA SUPERCOMPUTADORA DEL PUEBLO DE MÉXICO (mayúsculas de esta casa), con la que el país se colocará a la vanguardia en el procesamiento de datos, ya que se tendrá una capacidad de cómputo que no tiene ningún otro país de América Latina (los tuertos y los ciegos), además de que generará inversiones públicas y privadas, por lo que es un paso muy importante.
“Estamos muy entusiasmados. La supercomputadora “Coatlicue”, que va a iniciar su construcción el próximo año, estamos definiendo la ubicación y va a permitir que México entre de lleno al uso de la Inteligencia Artificial y procesamiento de datos que hoy no tenemos capacidad de hacerlo porque no tenemos la suficiente capacidad de cómputo, entonces nos va a ayudar muchísimo, no solo al desarrollo de la ciencia, las tecnologías, sino en esencia al desarrollo del país.
“Esto es Coatlicue”.
Y con reflectores como de Miss Universo en Tailandia, Coatlicue desfila con su falda de víboras sin bikini, abre el telón de lentejuelas y sonríe con millones de terabytes , mientras un sound track de Juan Gabriel atruena el Metaverso mexica con aquello de “¡Queridaaaa, queridaaaa...!”